martes, 13 de diciembre de 2011

Siempre estarás tú.


Siempre estarás tú. En cualquier parte. En mí. En mi clavícula derecha. Acunándome en tu regazo. Siempre estarás tú. En el lado paralelo de mis ideas. De mis inquietudes. De mis más ansiados deseos. Siempre estarás tú. Ahí, en mi mundo perfecto. Flotando en mi mente, inevitablemente, entre sopas de letras y galletas de chocolate. Entre teteras parlantes y toboganes de regaliz dulce. Donde las casas, los hogares de la gente, son interesantes libros bocabajo. Donde los miedos y el dolor se esconden en un bolígrafo y un papel. Donde se respira música y no hay sangre en nuestras venas, solo creatividad. Donde la tierra esconde en cada metro cuadrado un secreto enterrado. Quizás tímido, quizás marchito. Donde siempre podremos ir haciendo el pino si nuestra perspectiva de vida común nos parece demasiado aburrida. La sangre no se nos subiría a la cabeza sino que las buenas ideas nos llegarían antes.

Estoy aquí. Y tú allí. Y aquí. Siempre. Con una palabra de amor en los labios que brota para que el día sepa más dulce. Para ahuyentar las lágrimas y atraer los buenos momentos. A tu lado.

A tu lado me siento segura, en la fortaleza de tus brazos, en la melancolía de cada pestañeo, en las curvas de tu sonrisa.
Acúname. No quiero vivir, no quiero sentir si no es a tu lado. No quiero probar otro elixir que no sea el que me ofrecen tus labios.

Tiempos mejores.



Contemplaba con cierta curiosidad el horizonte de mi mente. Recostada en el asiento del copiloto de la furgoneta y con unas gafas antiguas y enormes puestas, escuchaba de fondo “Whatever” de Oasis. Soñaba despierta que danzaba entre una especie de espirales de humo de colores psicodélicos e hipnotizantes. Las gamas de colores variados iban enrredandose en mis caderas, los gemelos, acariciándome las muñecas y haciéndome cosquillas en la espalda. La ventana trasera estaba abierta, dejando entrar el aire y colándose éste entre las finas láminas de metal colgadas en el techo de la furgoneta, junto a las bolas y plumas de colores de las decenas de atrapasueños. El sonido del chocar de los metales me envolvía a la vez que la música. Estaba llegando al trance, casi creía que podía levitar. Mi pelo seguía las ondas que formaba el viento , esparciendo mi perfume por todo el auto. Él sin embargo luchaba por estar más atento a la carretera que a mis piernas, que reposaban sobre el salpicadero. Desperté de aquel extraño estado y le miré. Subió lentamente la mirada hasta mis ojos, lamiéndome con ella de abajo a arriba. Me dedicó una sonrisa pícara, la cual me dio un enorme vuelco al corazón. Me lo hubiera comido a besos de no ser porque nos jugaríamos la vida si lo hacía. Le devolví la sonrisa y volvió la vista a la carretera. Me acerqué a su oído y le mordí la oreja. Se estremeció. Dejé escapar una sonrisilla traviesa y puse la música a toda pastilla. Bajé el asiento hacia atrás, de forma que pudiera pasarme a los asientos traseros. Me recosté sobre el montón de cojines con borlones de lana y fundas sedosas. Aquello era el cielo. Me sentía como un bebé en su cuna, observando formas luminosas en el techo a punto de dormirse. Pero ¿qué diablos? Yo no tenía ganas de dormir precisamente. Me arrodillé a mirar por el cristal de atrás todo el recorrido. Las playas cristalinas de California quedaban atrás. El cielo estaba limpio y azul, repleto de risueñas cometas danzantes. Saqué la cabeza por la ventanilla y grité, grité como nunca. Éramos jóvenes. Éramos libres. Y nos sentíamos como los reyes del mundo. Tenía todo lo que necesitaba para ser feliz: a él y al mundo en nuestras manos. Aquellos fueron otros tiempos. Aquellos fueron los mejores años de mi vida.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Desmotivación continua.




Odio que las palabras me lleguen como brisa marina mientras me dicho y que no pueda atraparlas, que el vapor de agua las nuble.

Y es que hoy tengo mucho que decir. Mucho, demasiado.

Soy un gato con el lomo erizado. De miedo, de frío, de angustia.
Miedo, frío y angustia que se están apoderando de mi. Que me están atrapando, que están expandiendo cual virus, que se aferran a mis alvéolos y no me dejan respirar.

El ave ronca que habita dentro de mi, despierta y vuelve a graznar. Se asfixia, quiere gritar pidiendo auxilio y no puede.
Pide un cambio, una metamorfosis: Nadie lo escucha.
Como antídoto al menos, pide como segunda opción una mano amiga.... ...ninguna parece ser la adecuada.

Ya no puede más, se muere. De pena. De frío, los plumas se le caen a puñados, en cada respiración quebrantada.

Quiere ser luciérnaga, quiere ser algodón, quiere ser mariposa, canción, princesa, beso y caricia.
No puede. Y quiere.

Reúne sus últimas fuerzas, las convierte en odio y me picotea los intestinos. Se da cabezazos contra mi corazón. Se come mis sesos, los vomita y se los vuelve a comer. Nada más. Ese es su débil ciclo. Llora. Se muere. Muere. Sigue muriendo. Continua. Eternamente.

Cae por un precipicio que no tiene final. La angustia le atrapa. El terror al golpe. Duerme. Gime. Vuelve a morir.

No pretendo escribir cosas bonitas. Soy yo. Yo y mi circunstancia.
Sin mentiras. Sin orgullos ni falsedades. Sin carcajadas sucias. Sin aparentar lo que no soy. Esta es mi otra cara. Quizás la verdadera.

Pobre niña hipócrita e inconformista. Tal vez enfermiza.
Solo quería ser luciérnaga, algodón, mariposa, canción, princesa, beso y caricia.

Te contaré un secreto: No estoy bien. No lo estoy desde hace mucho.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Tu embrujo. SU embrujo.













No puedo creerlo.
¿Cómo....? ¿Cómo lo has hecho?
Es decir, me refiero a... no sé.
Estoy totalmente desconcertada.
De alguna forma, en algún momento, con algún gesto o movimiento delicado... no sé, es como si hubieras conseguido embrujarme.

¿Cómo has conseguido que este travieso colibrí, este curioso gato callejero, esta luciérnaga nocturna y revoloteante se quede ensimismada frente a tu rostro?

Ni un minuto más, ni un minuto menos. Mi reloj se queda literalmente de piedra si mi piel entra en contacto con la tuya. ¿Cómo? ¿¡Cómo lo haces....!?

¿Cual es tu secreto? ¿Está a caso esa pócima mezclada en tu saliva? ¿Me das tu dosis en cada beso? ¿ A caso son tus ojos los que contienen ese brillo tan especial que me eclipsa?

No duermo, no vivo, noche y día en qué demonios hace para conseguir esto. ¿Que macabro plan, perfectamente trazado es el que ha conseguido hacerme suya las veinticuatro horas del día (o las 25 si las hubiera) y cada uno de ellos de mi vida desde que le conocí?

¿Cómo se ha apoderado de mi mente, de cada uno de mis pensamientos, de mis actos reflejos...? ¿Cómo se ha colado en todas mis ilusiones, mis planes futuros, mis más ansiados sueños.....?

¡Son tantas las preguntas que me hago a su lado...! Diariamente me pregunto el por qué de esta melancolía continua que teme que en algún momento tenga que separarme de su lado.

Estoy presa.
Completamente.
Del todo.
Cuerpo, alma.
Toda yo.
Me eclipsa.
Este es su embrujo.
Un embrujo que me está resultando delicioso.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Un whisky con hielo, un par de cerezas.

- Ámame. - le suplicó desesperado - Solo una maldita noche más, lejos de esta desterrada ciudad, más allá de los desiertos arábicos y las costas del pacífico, más bien hacia la quinta constelación, tras la estela galáctica y bajo las oscuras sábanas de la noche. Vamos, solo una más. Por favor. Solo una.

Ella le miró por encima del hombro desnudo, encerró sus ojos por un momento entre sus espesas pestañas y paró su mente en seco tan solo un segundo.
Pensó en todo lo que aquel caballero le había jurado y perjurado, desde recorrer el mundo de punta a punta, pasando por las recámaras más lujosas y exquisitas o los suculentos manjares que este quería ofrecerle. Por no hablar de las joyas más caras o las sedas más finas. Aquel hombre verdaderamente le estaba poniendo el universo entero a sus pies. Pero ella no podía acceder. No servía para eso. Tantos años en el oficio le habían hecho olvidar como se amaba con aquél órgano suyo tallado en mármol.
Volvió la mente a la habitación de nuevo y se dispuso a hablar, pero retrocedió. Procedió a tomar el aire de su último cigarrillo y renegó de nuevo con la cabeza.

- Ya le he dicho que no puedo. ¿A caso cree que usted es el primer ricachón bohemio que no sabe que hacer con su dinero? ¿No ve que es absurdo intentar seducir a una prostituta, querido? De eso ya nos encargamos nosotras.- apagó la colilla y comenzó a abrocharse el corsé - Son muchos los idiotas que se han arrastrado rogándome amor, ¿sabe? Una, con los años olvida como se ama, es inútil, innecesario y poco productivo. Además, ¿quién se para ahora a enamorarse como un necio por la ciudad de París en los tiempos que corren? Eso está pasado de moda. Yo estoy entrenada para ofrecer placer y que se me pague por ello, nada más -hizo el último lazo en el cordón de cuero y le miró directamente a los ojos- Con un fajo de billetes en la mano cualquier hombre podrá tenerme, pero ninguno poseerme. Nunca.

Le miró, ningún rostro le había producido tanto dolor, tanta angustia y tanto sentimiento de culpabilidad. ¡JA! ¿Culpabilidad ella? ¡Cómo podía ocurrirle eso después de una vida entregada al pecado? Era totalmente irónico. No, no podía consentirlo, por más que la cara de aquel hombre se estuviera quebrando de tristeza y por más que a ella misma le estuviera quebrando el alma por una milésima de segundo.

Cogió un par de cerezas que degustó con gran apetito, le miró con picardía y le mostró en su lengua el rabillo de estas anudado. Le dejó la muestra sobre el pañuelo, tomó el dinero de la mesilla y tirándole un beso al aire mientras le guiñaba un ojo se marchó. Nada más. Su cama impregnada en su perfume, su camisa bañada en besos de carmín barato y la prueba infalible de que dominaba el arte del beso a la perfección. Quién mejor que él iba a saberlo.

SUS besos.




Inspirado en Moulin Rouge.

martes, 25 de octubre de 2011

Mi felicidad se resume en tu existencia.


Se me ocurre que tú y yo pudimos estar en algún momento predestinados a conocernos. Por cualquier cosa o casualidad la vida lo quiso así.

No importa las vueltas que tuviéramos que dar para encontrarnos, los intensos veranos que nos perdimos juntos. Los besos que no dimos y las sonrisas que no atrapamos.. Mereció la pena la espera.
Y cuando llegó el momento, cuando me topé contigo, una marea de inquietudes y deseos llegaron me golpearon.
Tú no podías estar de paso por mi vida. No podía consentirlo.

El delirio nos atrapó y disfrutamos de él hasta la última gota. ¿Qué más dará lo que digan? La poca cordura que guardamos se desgastó y pasaron a ser caricias.

No quise ni quiero crecer a tu lado. Abrazarse a ti , si lo piensas, en parte es como aferrarse a un libro de cuentos. Un montón de fantasía, un puñado de sueños que quedan por cumplirse. Me quedo embelesada en tus palabras, en tu boca, en tus ojos, en tu cara pillo y de niño pequeño.

Como un bebé que intenta dormirse con un montón de estrellas brillantes en el cielo, girando, sin rumbo. Como una nana que te apaga los párpados. Como observar el vuelo de una mariposa a cámara lenta. Como hacer sombras chinescas con las manos. Como tocar el xilófono o escuchar el sonido de los zapatos de claqué. Como una bolsa de caramelos de los de antes, de esos gordos y de colores vivos, de los que tardaban en gastarse.

¿Te das cuenta? Me siento como en una pompa de jabón con el olor de los baños de espuma de cuando tenía 3 años. ¿Donde estaba el miedo en esa época?¿El odio? ¿La angustia? Eran totalmente inexistentes. ¿Te das cuenta de que conviertes mi vida en pura magia? ¿En una travesura? ¿Una inocente carcajada tal vez? Los dedos se me enredan en una telaraña de polvo de hadas. ¿Y qué veo? Veo que no vuelo, estar a tu lado ya es vivir en una nube.

Quisiera llorar de verdadera felicidad, quisiera agazaparme en tu cama en este otoño y que me quites este frío inmenso, que entre tus brazos sabe más dulce.

Quisiera decirte que esta soy yo, en todo mi ser, en estado puro. Quiero que sepas que ahora vuelvo a ser la niña risueña que siempre fui y que a tu lado seré.



Tú me has enseñado el verdadero significado de la palabra felicidad.

viernes, 14 de octubre de 2011

Viuda Negra.





Cada una de las letras que formaba su nombre fueron grabadas en mi pecho con gotas de cera caliente, como si de ganado se tratase, dejó en mi su etiqueta.

Me dio de beber el licor de sus labios y quebró en mi cualquier signo de pureza. Vació mi alma y la convirtió en puras cenizas. Se la llevó el viento.

Y tras sesiones de hipnotismo en su retina me inculcó con ellos, sus ojos de cuervo, la maldad de los siete pecados capitales.

Me besó por última vez, dejando de rozar ya su sonrisa macabra mi cuerpo, dejándome inacabadamente suya.

Me tiró pues, rebanada en el suelo quedé, mil y una cicatrices quedaron de muestra en cada uno de mis recovecos.

Practicó conmigo en sueños más de un rito satánico, yo era la presa joven que ofrecerle a Satanás y entre carcajadas me arrancaba la piel a tiras.

Yo ya no podía ofrecerle nada, era un trasto inútil. Una muñeca achuchable sin brazos. Nada. Un proyecto de amor vicioso fallido.

Se fue. Yo sin ella no encontraba sentido al puzzle de mi vida. los dados estaban trucados para que yo siempre acabara perdiendo la partida. No había salida. Había cerrado todas las puertas y se había tragado la llave, se pudrió dentro de su estómago.

¿Qué podía hacer yo?

¿Seguir descongelando el silencio con mis gritos de rabia?

Pasé a ser la Viuda Negra, la que lloraba su ausencia a base de lágrimas de absenta.

domingo, 9 de octubre de 2011

Soy más de lo que ves.




Soy ámbar.
Soy libre y flexible como agua.
Soy fuego si me tocas.
Soy humo si haces que me mezcle conmigo misma, con mis dos personalidades.
Soy risa y carantoña.

Soy cielo y soy nube.
Soy sábanas húmedas.
Soy la caricia que desgarra.

Soy beso y mordedura.
Quiéreme con locura.
Como yo lo hice,
como yo lo hago,
como yo lo siento.

Siénteme muy dentro.

Y llora.
Ríe.
Grita si me necesitas.
Porque aquí estoy y porque aquí estaré.

Bajo el barro.
Húmeda de lágrimas.
Soy... charco.
Sucio.
Y sin vida.

Lámeme, con L o sin ella...
Hoy mi cuerpo es suyo,
se lo expongo a la carta.

sábado, 8 de octubre de 2011

El camino del retroceso.





Fuimos.
Fuimos minúsculos granos de eufória en este mar de estrellas perladas.
Fuimos.
Fuimos esa brisa que se escapa entre los pasajeros del tren, la que se colaba por las rendijas de las
ventanillas sin permiso.
Fuimos polvo. Nos esfumamos sin decir adiós.

Fuimos amaneceres,atardeceres y lunas menguantes.
Nos hicimos pequeños. Nos encogimos y desaparecimos, dentro de nosotros mismos.

Rascamos las paredes de nuestra habitación. Nos tragamos el color de las cosas.
Te fumaste mis besos, me bebí tus mentiras.
Pasó el tiempo y todo seguía igual, en el mismo sitio, de la misma forma en que lo colocaste la última vez.

El miedo caló en mi pecho y se hizo okupa de él.
Cada una de las paredes de mi cuarto me miraban permamentemente, obstruyendo cada uno de los huecos de mi cerebro
que aún tenían fuerzas para pensar. Mis párpados dieron todo de sí, mi mente decía NO.
Luna menguante, luna creciente, luna llena, daba igual. Había algo en esa habitación que no me dejaba dormir.
Llámalo tu perfume, llámalo tu esencia.

Tu respiración seguía atrapada entre mis sábanas y las hacía palpitar.
Poco a poco se fueron descoloriendo, desgastando, al igual que mi vida.

Las margaritas de mi jardín se marchitaron, dandole a mis pies descalzos un tono más triste y solitario.

La vida parecía simple y calculada.
Pasaron inviernos, veranos, otoños y primaveras.
Daba igual.
Todo seguía allí, incrustado.
Como una rosa que guardamos en un libro para no perder su olor.

A veces me pregunto, ¿como se guarda la esencia de un beso?
Podríamos plasmarlo en el papel con cualquier pintalabios barato, pero quedaría vacío, hueco.
¿Como plasmar cada uno de los estímulos que creó en ese momento sobre nosotros?
¿Cómo se guardan las caricias? El recuerdo no sabe a nada. ¿A qué velocidad exactamente se erizó mi piel en cada una de ellas?

¿Podríamos calcular eso?
Me siento en un mundo paralelo, enfrascada en tu sonrisa y ahogandome en este mar que han formado mis lágrimas.

¿Cuál es el secreto del retroceso? ¿Podríamos ir de alguna forma atrás en el tiempo?

Volver a perderme entre tus sábanas, volver a alborotarte el pelo.
Volver al mar, volver tras esas huellas que plasmamos en la orilla y que después se llevo el agua.
Volver a sentir ese escalofrío, volver a cruzar los dedos para verte un día más.
Volver y retroceder hasta ese beso.
Volver a surcar con mi dedo los charcos en tus clavículas.
Y no crecer, y no sufrir.
Volver a soñar con tu boca.
Volver a preguntarme si cada uno de mis sueños se harán realidad a tú lado.
Y no más decepciones, y no más lágrimas.
Salir de este frasco que me ahoga en penas.
Y volver. Volver a sonreír.

sábado, 30 de julio de 2011

Lince.


El era pájaro, yo pez. El era lince, yo su tigresa. El era pluma, yo era su viento. Lo conocí un caluroso verano en las playas de California. Por aquel entonces yo dejé de creer en las personas, dejé de creer en todo. El amor era para mi una droga pasajera que te enganchaba, te enfermaba y tras reventarte por dentro, después de mucho, se iba. Y yo prefería tirarme desde un acantilado antes que volver a probar esa mierda. Pero para nada era infeliz. Ni iba a volver a serlo. Sentía que el mundo entero me llamaba. Tenía que recorrer paisajes, fotografiarlo todo, bañarme en cada uno de los mares existentes, escalar las más altas cumbres y ensordecerme con el barullo de todas las ciudades posibles.

Yo acababa de pasar el día haciendo fotos por la costa de California cuando terminaba de comerme un helado de dulce de leche por la orilla de la playa y me apeteció congelar aquella puesta de sol. Saqué mi cámara y enfoqué.
Allí estaba, detrás de mi objetivo, muy a lo lejos. Había poca luz pero era la suficiente como para que siguiera bebiéndose aquel libro con los ojos. Tirado en la arena, los últimos rayos del día doraban su piel sobre las dunas.

Le vi y me quedé momificada. Era profundamente atractivo. Su barba y su pelo despeinado, casi de náufrago le daba un toque muy exótico y bohemio. De no ser por aquella fina camisa desabrochada que le cubría la espalda podría haber llegado semimuerto a aquella orilla. bajo las olas del mar.

Sentí una profunda atracción por conocerle, pero me vi incapaz. De repente, me sentí inquieta e impotente. Quería desenvolver la capa de magia que cubría a aquel ser único. Pero no..no pude.

Tiré mis cosas al suelo y no me apeteció otra cosa que darme un baño. El sol de aquella tarde parecía querer absorver mi mirada con una energía casi ancestral. Metí los pies en la orilla y poco a poco continué andando hasta el fondo, hasta llegar a un momento en el que el agua me tapara por completo. Permanecí unos segundos de pie, bajo el agua, con los ojos cerrados y la mente en blanco. Aquello era paz. Aguardé unos segundos más antes de que el aire de mis pulmones se extinguiera y saqué la cabeza a la superficie. Le vi. Seguía allí, inmóvil bajo la sombra. Suspiré y volví a sumergirme. Avancé unos metros bajo el agua aproximandome hacia la orilla. Tenía la insana costumbre de abrir los ojos bajo el agua. Entonces fue cuando vi una figura submarina aproximándose a mi velozmente. Aquel ser me impactó y consiguió asustarme por un momento y salí inmediatamente a la superficie. Él también salió. Porque era él. Inexplicablemente tardó 4 segundos y medio en lanzarse al agua y localizarme. Me quedé frente a él exhausta aún por la impresión. Él imitó mi postura salvo que totalmente relajado. Me miró de una forma de esas con las que sólo te miran una vez en la vida. Aquellos ojos color caramelo me hicieron sentir cómo si mi tripa fuera una enorme pecera llena de peces que nadaban inquietos dentro de mi.

Se acercó a mí frente a frente, y a medida que se acercaba su respiración se iba entrecortando. Pegó su frente y su nariz con mis respectivas y siguió mirándome de la misma forma. De una forma que si ni siquiera me atrevía a tragar saliva. Se separó y me acarició las mejillas con el lateral de su cara, aproximándose a mi oído. Entonces, muy muy bajito, me susurro:

-¿Donde has estado tú todo este tiempo?







Pronfudamente inspirada en Johnny Deep. TQD.




miércoles, 25 de mayo de 2011

Corazón radioactivo.


No tenía nombre, simplemente no deseaba tenerlo.



Nunca se sintió alguien en la vida así que tampoco le importaba demasiado ser diferente.
Porque lo era.
Tenía el corazón más débil del mundo.
Por no decir que no tenía.

Había sido una y mil veces la primera para todos.
Adolescentes malcriados y caprichosos dispuestos a todo por llegar al éxtasis.
Había probado de todo y todo le sabía a nada.
Amó hasta la saciedad, hasta quedarse ciega, hasta sentir que estaba vacía.
El poco amor que le quedaba se lo dio a ellos.

Y lo único que hicieron fue romperle tropecientas veces más el corazón.
Y lo dejaron peor de lo que siempre estuvo.

Estaba enferma.
Su corazón ya de por sí lo estaba, desde el primer día que comenzó a latir.

Estaba predestinada a morir así, un día, todo se iría al garete, todo, absolutamente todo se acabaría.
Por eso lo hizo.
La vida para ella eran segundos que se le escapaban entre los dedos.
Vivía exhausta todo el tiempo, continuamente, y poco le importaba.

Corrió, salto, creyó llorar de felicidad, pero no lo hizo.
Su mente vivía en continua borrachera infinita.
Poquito a poco se engañaba a sí misma. Creaba una locura que nunca existió.
Nunca estuvo loca, pero ella quería estarlo, quería exprimir lo poco que le quedaba y beberse todo el jugo.

Pero su corazón no daba a basto.
Y cada vez más, le costaba correr, sonreir, le costaba respirar.
Comenzó a desmayarse de aquí para allá.

La gente no la aguantaba, nadie aguanta a una persona con problemas psicológicos.
Ella no los tenía.
Pero quería tenerlos.
Quería ver más allá de su aburrida realidad.
Estudiantes borrachos que la llevaban de un sitio a otro en alguna que otra moto robada eran para ella príncipes que cabalgaban sobre majestuosos unicornios.
Qué más daba la de ostias que se metieran, un conductor que pitaba encabronado tras otro porrazo más siempre sería una lucha, un dragón dispuesto a capturar a la joven princesa o un ogro hambriento.

Vivía en su mundo.
Y lo hacía queriendo.
Qué más da que estuviera loca.
A ellos eso le gustaba, compartían noches de borrachera y lo realmente importante, ella les saciaba
más que cualquier porro.

Era la amante perfecta en todos los sentidos.
Nació para ello.
Para ser degustada,para ser utilizada como los maquillajes de prueba.

No tenía a nadie, nunca supo de donde vino.
Y nunca le importó.

Siempre encontró un hueco húmedo, una cama sin hacer donde caer literalmente muerta.
Encontrar a un chico cualquiera que le desgastara los labios a besos y le desgarrara la espalda le resultaba demasiado fácil.


Pero ya no daba más de sí.
No podía desplazarse.
Estaba demasiado débil para ir de un sitio a otro ofreciendo cariño sintético.

No sabía donde ir.
Dejó de comer, de beber.

Era un cadáver viviente, un pequeño zombie esquelético.
Muchos la vieron durmiendo tras los contenedores de la central nuclear.
Tal vez muerta.

Nadie supo el momento exacto en que murió, ni nadie se molestó en averiguarlo.
Ni ella misma se dió cuenta.
Solo supo que durmió y durmió sin final alguno.
Amaneceres, atardeceres, noches enteras, lunas llenas, lunas nuevas y menguantes... pero la niña no despertaba tras aquellos contenedores.

Fueron días extraños, la gente pasaba y miraba el supuesto cadáver.
La angustia les traspasaba las venas y no sentían el valor de hacer nada, solo de cubrirse el rostro
y procurar no volver a pasar por allí.

La niña creyó descomponerse, sentir su propio olor a podrido.
Sintió el desgaste en sus pulmones, la obra maestra que crearon cientos de caladas, bocanadas de humo que nunca le supieron bien.
Pero a ella le gustó fumar.
Sentirse importante, hacer aritos de humo.
Creer ser una hechicera, una pequeña bruja que podía crear en el aire lo que ella quisiera.
Y si no fumaba era una estrecha.
Y nunca se sabe donde podría encontrar a su hombre perfecto, el único que podría devolverle la capacidad de degustar la vida,
sentir el amor rebosando por los poros de su piel, dejar que el brillo de la felicidad se acumulara en sus pupilas.
Pero no llegó a encontrarlo.

Que más da cómo y donde muriera, ella ya estaba muerta en vida y sabía que tarde o temprano caería en redondo.
No pudo más.

Su vida fue una borrachera infinita, sí, pero nunca llegó a su día final, nunca la resaca podría con ella.

Y nunca fue así.
Aquella noche los contenedores olían especialente mal.
Un sonido desgarrador habitaba dentro de su estómago.
Necesitaba comer algo, necesitaba beber.

Al percatarse de que podía oler la basura podrida se dió cuenta a la vez de que seguía viva.
Y seguía allí.

Saltó los alambrados de la central, sus ropas quedaron desgarradas.
Encontró una cartera bajo los mostradores de las tiendas, casi a las seis de la mañana después de vagar toda la noche en busca de algo de comida.
Entró al primer burguer y se relamió del gusto.

Se relamió del gusto, sí.
Aquella comida le gustaba.
La había saboreado.
Un hamburgurguesa de 5 euros le había llenado el estómago.
Y el alma.
Había dejado un regusto delicioso en sus labios.

Algo no iva como siempre.
Aquel día tenía ganas de todo.
Y lo cierto es que la suerte estaba de su parte.
Una mujer de unos cuarenta y pocos se compadeció de ella al verla por la calle.
Fue una de las muchas personas que la vieron entre la vida y la muerte tras aquellos contenedores.
Le confesó que no pudo dormir las tres noches siguientes.
No tuvo el valor de acudir a ayudarla.
Nadie lo hizo.
Y ahora quería hacer todo lo posible por saldar su deuda.
Le dió de comer, le dió un par de cajas llenas de ropa vieja de su hija mayor
y le encontró trabajo en el mismo burguer donde había comido la noche anterior, para que se ganara la vida allí durante un tiempo.

La niña sintió que su vida cobraba sentido.
Su vida.

Pero no entendía por qué seguía viva.
Una noche sintió un cosquilleo dentro de su pecho y este consiguió desvelarle.
Aquella noche dormía placidamente en un campo de girasoles.
Se levantó confusa y vio como un monton de luciérnagas giraban a su alrededor.
Algo las había traido hasta allí.
Era ella.
Su corazón semimuerto ahora vivía de alguna manera.
Y brillaba, desprendía un color verde fluorescente dentro de su pecho.
Le gustó.
Le gustó que una lucecita pequeña bombeara pura magia por sus venas.
Le gustó tener su propio brillo en aquellas noches tan oscuras.
Le gustó aquel cosquilleo que sentía en cada palpitante segundo de la vida de su pequeño corazón.
Oh sí, como le gustaba.
Sentía que la palabra MAGIA ahora era parte de ella.
Ella era la magia personificada, algo sobrenatural no quiso que su vida acabara tan pronto.


Sintió que tenía algo por lo que luchar.
Algo que solo podía crear ella.
Debía propagar su magia por el mundo.

Con dos cajas de ropa vieja a cuestas y mucha ilusión la niña del corazón radioactivo se pasó días pensando que hacer con ese montón de tela.

Tal era su capacidad de imaginación que poco tardó en sacarle partido y creo un taller de teatro precioso.
Cientos de niños ivan a verla a la plaza de aquel pueblo costero en las noches que podían quedarse tarde jugando.

Y lo cierto es que tubo mucho éxito, los pequeños quedaban embelesados con cada una de sus historias y aunque la gente
se maravillaba e insistía con darle dinero, ella se conformaba con ver la felicidad y la risa en la cara de aquellos niños.

Pasó meses ofreciendo y contando miles de historias a un público tremendamente agradecido.

Pero la niña del corazón radioativo no era feliz del todo.
Soñaba con ser libélula, volar como polvo de hadas y viajar por todo el mundo.

Y llegó el día perfecto.
Un día muy ventoso la niña del corazón radioactivo decidió ir a la playa a emprender vuelo.
Se hizo una capa muy bonita con el resto de tela que le había sobrado y jugó durante toda la noche a imitar a las luciérnagas,
a intentar ser una de ellas, a volar como ellas desprendiendo aquel brillo tan bonito.

Y lo cierto es que creyó conseguirlo.
Como disfrutó esa noche.
Rió a carcajadas, como nunca lo había echo.
Ella sola, no le hizo falta nadie.

Al llegar al final de unas rocas encontró una cabaña oscura.
Le dió miedo acercarse pero oyó una música muy bonita que salía de ella y corrió a curiosear un poco.
Pero allí no se veía nada.

Así que siguió danzando y creyendo volar en aquella orilla, al compás de la melodía.
La música cesó, pero seguía sonando en su gramófono mental y no podía parar lo pies.
Un jovén muchacho despeinado y con unas ropas descuidadas, de unos diecisite años salió de la cabaña a contemplar a aquella hermosa criatura danzante.
Tenía forma de muchacha, pero brillaba como si de una enorme luciérnaga se tratase.

-¿Quién eres?
-No lo sé ¿y tú?- contestó la niña sin poder contener la risa.
- Soy Darek, vivo aquí.
-¿Como puedes vivir aquí solo y a oscuras?
- Se me han cabado las cerillas y no puedo hacer una hoguera esta noche así que me he quedado en compañía de mi vieja guitarra.
- Puedo quedarme a dormir si quieres contigo, con mi brillo no te harán falta cerillas.
-De acuerdo entonces, hace tiempo que necesito buena compañia.


La niña y Darek se hicieron buenos amigos.
Pasaron toda la noche cantando y bailando a la orilla del mar.

A la mañana siguiente la niña sintió que era el momento de partir pero le dió lástima dejar a Darek solo entre aquellas sábanas sucias
y llenas de arena.

Recorrió media ciudad para llevarle el desayuno de su vida con el dinero que había ganado en el taller de teatro.
Huevos fritos con beicon, cuanto hacía que no saboreaba un desayuno así.

Comieron los dos, agazapados entre las rocas y al terminar Darek no pudo contener más aquel sentimiento dentro de su pecho.

-No quiero que te vallas.
-¿Por qué?
-Me siento muy solo.
-No puedo ofrecerte más que el pequeño brillo que desprende mi corazón.
-Es todo lo que necesito. Llevo toda mi vida solo, viviendo a duras penas de lo poco que gano con mi música.
Nunca he amado a nadie y tu en una sola noche has conseguido alumbrar mis frías noches.
Eres la criatura más bella que han visto mis ojos y no puedo dejar que te vayas.
No ahora.

-Pero...

Antes de que ella pudiera excusarse Darek la tomó suavemente de la barbilla y le dio un calido beso en los labios.
Miles de luciérnagas vibraron en el interior del corazón de la niña revoloteando felices.
Qué mas da lo que fuese aquel sentimiento, fuera amor o no aquel joven había conseguido que se sintiera realizada como persona.
Y ahora tenía un destino, una ilusión.

Desde aquella mañana nublada Darek y la niña del corazón radiactivo no volvieron a separarse.
Crearon muchas más historias al son de la música de la vieja guitarra de Darek y volvieron a montar el taller de teatro juntos, con un montón
de personajes nuevos y mucha ilusión por repartir.

No importaba lo poco que tenían, uno saciaba al otro a base de besos y de un cariño que ninguno de los dos había recibido en toda su vida.

Solo las olas del mar presenciaron aquellas noches a la luz de aquel corazón nuevo y vibrante que ahora latía emocionado, incandescente.
Darek le daba exactamente todo lo que necesitaba en la cantidad exacta.

Sintió y deseó ser humana, ahora empezaba realmente a sentirse así.
Humana,enamorada.
Ansiosa por descubrir nuevas sensaciones de la mano de Darek.
Deseó que el fuera el primero en su vida, para todo.

Y lo fue.
Fue su primer y último amor.
El único chico que consiguió que el corazón de aquella criatura brillara con más fuerza que nunca.
El único que verdaderamente la llevó al séptimo cielo con un solo beso, el único que verdaderamente le hizo el amor y la hizo sentirse
una persona completa en cuerpo y alma.

Aprendieron el uno del otro,
y se propusieron enseñar a la gente que la magia estaba en cualquier sitio, en el rincón más sucio y oscuro o en el lugar más bello de la tierra

Darek y la niña del corazón radiactivo recorrieron mundo con su compañía de teatro a la que finalmente llamaron "Fireflies" y se convirtió en la única compañia del mundo
que ofrecía al publico unas maravillosas historias de fantasía en noches de luna llena, con la única iluminación de la luna y el destello de un montón de luciérnagas
que siempre ivan tras la pequeña carroza de la compañía.

La única en el mundo que volvió a hacer creer a los niños en la verdadera magia, y lo que es mejor, la única que consiguió devolverles la ilusión de vivir a miles de adultos,ahora liberados de la horrible
telaraña de monotomía que vivían día a día en un mundo lleno de humos grises, fracasos y estrés, un mundo que ahora, gracias a esta compañía empezó a ser un poco mejor.

sábado, 16 de abril de 2011

Queridos seguidores de mi blog:

Con mis nuevos ahorros e ideas estoy empezando a sacar mis propias fotos, lo más artísticas posibles, como algunos me sugirieron.
En las dos últimas entradas, "Nada" y en especial " Sola y derrotada" he empezado a incluirlas.

Espero que sigáis siguiéndome y os guste mi trabajo.

Con cariño, Jackie.

Nada.



Me llaman Jackie y soy una chica más.

Nací del viento y a contramarea para formar nuevos sonidos a traves de él, haciendo surcos en el aire.
Tengo en los pulmones una armónica rota que llora al respirar en las noches tristes.
Mis ojos se esconden en el reflejo de el agua y aprendieron a expresar simple y llanamente silencio.
Solo eso, nada más.
Tengo un corazón claustrofóbico que quiere salirme del pecho cada vez que se enamora y me rasga la piel en cada bombardeo.
Soy de sentimientos turbios, de palabras sinceras y de lágrimas duras.
Soy difícil y cabezota, aunque, no me gustan las peleas, las malas lenguas y las miradas asesinas.

Mi saliva parla en un idioma asquerosamente sarcástico.
Probablemente acabarás odiandome, hartandote de mi, incluso podrás a llegar a desearme la muerte.

Yo en cambio, puedo hacerte desear la tuya, una muerte en el acto, dolorosa, intermitente tal vez, momentánea o ilimitada.
Puedo hacerte enloquecer de manera sublime.
Puedo hacerte sentir lo que pocos hicieron.
Puedo ponerte la piel de gallina en décimas de segundo.

La palabra amar se me queda pequeña para explicar la maquinaria de mi corazón.
Va atada a palabras sueltas, a cosquillas en mi espalda y una especie de miradas punzantes le empuja para que sobreviva a duras penas
a un nuevo reto, al viejo placer de volver a amar.

Lloraré su silencio y reiré sus dichas, más nací para esto y en esto me especialicé.
No encuentro sentido a lo que me rodea si no es con un fin productivo.
Puedo pasarme noches completas llorando sin sentido y luego reir mi desgracia hasta creer que estoy muerta.

Puedo decirte esto con una mirada o puedo hacer que lo sientas en un beso eterno.
Puedo hacer que tu vida gire entorno a un mar vibrante de colores y sensaciones.

Tu, yo y nada más.

Mientras tanto, pequeña y confusa, sigo buscando alguien que merezca la verdadera esencia de este silencio muerto,
la existencia en mi ser y la mirada enamorada de estos ojos tristes.

No piden más que amor, solo amor, del bueno, no del barato.

El tiempo rie, pestañea y se agota, al igual que nacemos nos reproducimos y morimos tal y como el mundo nos hizo.

Sola y derrotada.


Que en tu alma quede grabado mi nombre, y vaya rompiendote muy lento, poquito a poco, para que veas como me pesa a mi el tuyo,
como una gran roca congelada con la que carga mi pobre corazón.

Tus garras quedaron selladas en mi espalda, mis costillas quedaron desechas y aquí sigo, desangrandome por dentro, a cada instante,
cada gota de sangre que cae es por todo el odio que tu silencio desprende.
Mis lágrimas yacen muertas, congeladamente pesadas, tanto, que han formado estalactitas en mis pestañas.

Que tus labios te los cure otra con besos, que yo ya me sacié de lo que más deseaba en este mundo, pequeños bocados que me supieron a cielo, pequeños bocados que te robe en sueños.

Que cure tus llagas con su saliva y que te duela, que te escueza y te desgarre muy dentro, que te acuerdes de mi y desees con todas
tus fuerzas que las propias heridas que yo te hice sean las mismas que yo te cure y no ella, sintética y plastificada.

Siente mi odio dentro de tu pecho y piensa lo que me duele a mi esto, la mayor de las cargas, amor y odio en uno, la mezcla perfecta para
acabar con esta pobre diabla, esta condenada que tanto te desea.



"Bittersweet, I want you and I need you..."
Only you.




"Qué mi dolor te pese, muy dentro, hasta la última vértebra.

jueves, 17 de marzo de 2011

Puro cacao en sus labios.


Lilly Parsons, una chica excelente en todos los aspectos.
Sin lugar a dudas la mejor alumna de su instituto.
Su vida estaba llena de matrículas de honor, de papás orgullosos y de profesores fascinados con su inteligencia.
Ni un solo fallo.
Ella era lo que se dice una chica perfecta.
Silenciosa y educada, le fascinaba escuchar a los demás con una sonrisa en el rostro.
Le hacía cosquillas en la tripa aquello de aguantarle la mirada a las personas, rebuscar en sus pupilas
e interpretar en sus ojos lo que quisiera que le estuviera pasando por la mente a esa persona en ese mismo instante.
Estaba en la luna,las voces le sonaban a eco borroso en sus oidos, porque simplemente se centraba en las miradas.
Pero ella era la chica perfecta y siempre tenía la palabra adecuada en los labios cuando debía hablar.
Todos la conocían como Lady Parsons, la adoraban y admiraban como a nadie.
Pero Lilly no era feliz en su mundo perfecto.
Hasta que cumplió diez años.
A los 10 años Lilly empezó a dormir sola.
Era una niña algo temerosa, la oscuridad podía con ella.
Mamá Parsons decidió que ya era su hora, y que debía enfrentarse a sus miedos.
Lilly se sentía extraña en la oscuridad.
Cuando cerraba los ojos Lilly veía cosas, cosas muy raras, cosas que no eran de este mundo.
Lás sabanas la hundían, su colchón se la tragaba hasta las entrañas para hacerla llegar a la cita de cada noche.
Lilly siempre soñaba lo mismo.
Se encontraba en una habitación de piedra gris.
Al final de la habitación había alguien de espaldas a ella , mirando a una chimenea oscura.
El sonido no cesaba, aquel sonido que le hacía chirriar los timpanos, intermitente, el sonido de unas gotas de cera, que caigan
en el frío mármol.

Entre Lilly y aquella persona siempre había una mesa con una tetera y un trozo de tarta que tenía una nota: Eat me.
Aquel trozo de tarta tenía la peor de las pintas, sin embargo a Lilly le parecía totalmente suculento.
Entonces, cuando estaba a punto de mojar el dedo en aquel chocolate que más que chocolate era verdadero petróleo, aquella persona de voz ronca se disponía a girar la cabeza hacía ella y decía:

-Es la hora del té.

Entonces Lilly se asustaba y salía corriendo, de aquel cuarto infernal, para no volver hasta la noche siguiente.
A la edad de 16 años Lilly seguía igual de impecable, pues nunca le confesó a nadie sus pesadillas.
Llevaba 6 años alimentada por aquel vicio chocolateado, por aquella mezcla de lujuria y satanismo que contenía aquella deliciosa receta que la volvía loca.
Estaba cansada de la perfección de su vida y solo se le ocurrió una cosa, una sola cosa para desatarse el pelo, probar lo prohibido y sentirse verdaderamente satisfecha: Ron.

Ron era el chico más dulce y romantico que cualquier chica pudiera soñar.
No era del todo un buen estudiante, pero aprobaba todo a duras penas.
Ambos se gustaban y ella lo sabía, pues lo había visto en sus ojos.
Aquella noche, después de descubrir el secreto de Ron, Lilly tenía solo una cosa en aquella cabecita: Su boca, sus irresistibles y jugosos labios, cada milímetro de la piel de su hombre.
Y decidió que no podía pasar ni un solo día más sin probar ni un solo bocado de aquel suculento manjar.

Al día siguiente Lilly y Ron quedaron en casa de él.
Al entrar Lilly encontró un PERFECTO camino de velas en torno a la habitación de su chico.
Ron traía un pañuelo negro de seda en las manos, se lo puso a Lilly y la tomó por la cintura suavemente.
Le susurro al oido:

-No te vas a arrepentir...

Y por primera vez se le escapó a ella una pequeña sonrisa estúpida.
Pero a pesar del romanticismo la chica empezó a no sentirse cómoda con aquella venda en los ojos y cuando probó el chocolate en sus labios ya no pudo volver atrás.
El sueño se le volvieron veloces diapositivas, la persona se giraba completamente y Lilly no daba crédito a lo que pasaba por su mente, aquello no era una persona, era la maldad, la crueldad, el pecado de la carne, el vicio en sus ojos, era ardiente, era el mismísimo demonio.
Demasiado tarde fué quitarse la venda pues se alimentó del vicio de sus besos y cuando quiso despertar sus manos no respondían,el olor de Ron era atracción maldita en su pituitaria, su lengua le seguía pidiendo el maravilloso sabor del cacao puro,la ansiedad en su rostro, la dilatación en sus pupilas, el hambre que la perfección y lo correcto le habían echo pasar durante tanto tiempo que sus dientes pedían más que sexo, más que amor y pasión , ella quería carne, ella quería beber el caramelo en su sangre.
Los gritos de Ron le hacían pitar los oidos y la velocidad con que su propio cuerpo actuaba le nublaron la vista.
Cuando se quiso dar cuenta estaba desnuda,encima de aquel cadaver enredado en aquellas manchas de sangre.
Se fué, culpable pero satisfecha.
La vida la había tenido a dieta durante tanto tiempo que el sexo le supo a poco y prefirío el propio canibalismo.
Lilly Parsons siempre vivió con una venda en los ojos y al vendarselos realmente, la oscuridad se apoderó de ella.
Oscuridad, aquel siempre fué su verdadero hábitat.

Mi cuerpo, tú tablero de juego




Juguemos una vez más a desatarnos los cordones,
desabrochandome los botones,
saboreando los momentos.

En este juego no hay turnos,
mueve[te] cuando lo necesites,
cuando tu instinto te lo pida.

El azar se liga con los sentimientos,
no hay horarios,
no hay que pensar las jugadas,
solo hazlo.

Cada uno de sus movimientos
me acercan más y más al hake mate,
pues en el tablero de los cuerpos
la victoria siempre está en el empate.

De oca a oca y tira[me] del pelo,
porque te toco, porque me tocas,
cuentate 40 besos que yo te doi pie y camino,
el tablero es tuyo.

Sácame de mis casillas,
lo haces bien,
comeme las fichas,
que yo te sigo los pasos
que yo te sigo las caricias.

Gáname a pulso
y arañame las costillas
tú un aficionado, yo una viciosilla
ay, cariño,
ni siquiera consigues hacerme cosquillas.

Átame, que caí en la carcel de tus brazos
y ahora no me sueltes
hasta 2 turnos más tarde
7 minutos en el paraíso
toda una noche para amarte.

Estrategia inigualable,
su saliva me enloquece
me tiene en la cuerda floja,
vuelve a ganarme mil veces.

Y si jugamos al escondite
no me busques
porque me encuentras

Tal vez una de cuarto oscuro
te inspire más.

Pero la victoria de este juego
no está en llegar al final
si no en el no bajar nunca de esta noria
no parar nunca jamás
caer en la casilla de retroceso
y volvernos a degustar
regresar por donde nos quedamos...

...y de nuevo vuelta a empezar.