jueves, 17 de marzo de 2011

Puro cacao en sus labios.


Lilly Parsons, una chica excelente en todos los aspectos.
Sin lugar a dudas la mejor alumna de su instituto.
Su vida estaba llena de matrículas de honor, de papás orgullosos y de profesores fascinados con su inteligencia.
Ni un solo fallo.
Ella era lo que se dice una chica perfecta.
Silenciosa y educada, le fascinaba escuchar a los demás con una sonrisa en el rostro.
Le hacía cosquillas en la tripa aquello de aguantarle la mirada a las personas, rebuscar en sus pupilas
e interpretar en sus ojos lo que quisiera que le estuviera pasando por la mente a esa persona en ese mismo instante.
Estaba en la luna,las voces le sonaban a eco borroso en sus oidos, porque simplemente se centraba en las miradas.
Pero ella era la chica perfecta y siempre tenía la palabra adecuada en los labios cuando debía hablar.
Todos la conocían como Lady Parsons, la adoraban y admiraban como a nadie.
Pero Lilly no era feliz en su mundo perfecto.
Hasta que cumplió diez años.
A los 10 años Lilly empezó a dormir sola.
Era una niña algo temerosa, la oscuridad podía con ella.
Mamá Parsons decidió que ya era su hora, y que debía enfrentarse a sus miedos.
Lilly se sentía extraña en la oscuridad.
Cuando cerraba los ojos Lilly veía cosas, cosas muy raras, cosas que no eran de este mundo.
Lás sabanas la hundían, su colchón se la tragaba hasta las entrañas para hacerla llegar a la cita de cada noche.
Lilly siempre soñaba lo mismo.
Se encontraba en una habitación de piedra gris.
Al final de la habitación había alguien de espaldas a ella , mirando a una chimenea oscura.
El sonido no cesaba, aquel sonido que le hacía chirriar los timpanos, intermitente, el sonido de unas gotas de cera, que caigan
en el frío mármol.

Entre Lilly y aquella persona siempre había una mesa con una tetera y un trozo de tarta que tenía una nota: Eat me.
Aquel trozo de tarta tenía la peor de las pintas, sin embargo a Lilly le parecía totalmente suculento.
Entonces, cuando estaba a punto de mojar el dedo en aquel chocolate que más que chocolate era verdadero petróleo, aquella persona de voz ronca se disponía a girar la cabeza hacía ella y decía:

-Es la hora del té.

Entonces Lilly se asustaba y salía corriendo, de aquel cuarto infernal, para no volver hasta la noche siguiente.
A la edad de 16 años Lilly seguía igual de impecable, pues nunca le confesó a nadie sus pesadillas.
Llevaba 6 años alimentada por aquel vicio chocolateado, por aquella mezcla de lujuria y satanismo que contenía aquella deliciosa receta que la volvía loca.
Estaba cansada de la perfección de su vida y solo se le ocurrió una cosa, una sola cosa para desatarse el pelo, probar lo prohibido y sentirse verdaderamente satisfecha: Ron.

Ron era el chico más dulce y romantico que cualquier chica pudiera soñar.
No era del todo un buen estudiante, pero aprobaba todo a duras penas.
Ambos se gustaban y ella lo sabía, pues lo había visto en sus ojos.
Aquella noche, después de descubrir el secreto de Ron, Lilly tenía solo una cosa en aquella cabecita: Su boca, sus irresistibles y jugosos labios, cada milímetro de la piel de su hombre.
Y decidió que no podía pasar ni un solo día más sin probar ni un solo bocado de aquel suculento manjar.

Al día siguiente Lilly y Ron quedaron en casa de él.
Al entrar Lilly encontró un PERFECTO camino de velas en torno a la habitación de su chico.
Ron traía un pañuelo negro de seda en las manos, se lo puso a Lilly y la tomó por la cintura suavemente.
Le susurro al oido:

-No te vas a arrepentir...

Y por primera vez se le escapó a ella una pequeña sonrisa estúpida.
Pero a pesar del romanticismo la chica empezó a no sentirse cómoda con aquella venda en los ojos y cuando probó el chocolate en sus labios ya no pudo volver atrás.
El sueño se le volvieron veloces diapositivas, la persona se giraba completamente y Lilly no daba crédito a lo que pasaba por su mente, aquello no era una persona, era la maldad, la crueldad, el pecado de la carne, el vicio en sus ojos, era ardiente, era el mismísimo demonio.
Demasiado tarde fué quitarse la venda pues se alimentó del vicio de sus besos y cuando quiso despertar sus manos no respondían,el olor de Ron era atracción maldita en su pituitaria, su lengua le seguía pidiendo el maravilloso sabor del cacao puro,la ansiedad en su rostro, la dilatación en sus pupilas, el hambre que la perfección y lo correcto le habían echo pasar durante tanto tiempo que sus dientes pedían más que sexo, más que amor y pasión , ella quería carne, ella quería beber el caramelo en su sangre.
Los gritos de Ron le hacían pitar los oidos y la velocidad con que su propio cuerpo actuaba le nublaron la vista.
Cuando se quiso dar cuenta estaba desnuda,encima de aquel cadaver enredado en aquellas manchas de sangre.
Se fué, culpable pero satisfecha.
La vida la había tenido a dieta durante tanto tiempo que el sexo le supo a poco y prefirío el propio canibalismo.
Lilly Parsons siempre vivió con una venda en los ojos y al vendarselos realmente, la oscuridad se apoderó de ella.
Oscuridad, aquel siempre fué su verdadero hábitat.

Mi cuerpo, tú tablero de juego




Juguemos una vez más a desatarnos los cordones,
desabrochandome los botones,
saboreando los momentos.

En este juego no hay turnos,
mueve[te] cuando lo necesites,
cuando tu instinto te lo pida.

El azar se liga con los sentimientos,
no hay horarios,
no hay que pensar las jugadas,
solo hazlo.

Cada uno de sus movimientos
me acercan más y más al hake mate,
pues en el tablero de los cuerpos
la victoria siempre está en el empate.

De oca a oca y tira[me] del pelo,
porque te toco, porque me tocas,
cuentate 40 besos que yo te doi pie y camino,
el tablero es tuyo.

Sácame de mis casillas,
lo haces bien,
comeme las fichas,
que yo te sigo los pasos
que yo te sigo las caricias.

Gáname a pulso
y arañame las costillas
tú un aficionado, yo una viciosilla
ay, cariño,
ni siquiera consigues hacerme cosquillas.

Átame, que caí en la carcel de tus brazos
y ahora no me sueltes
hasta 2 turnos más tarde
7 minutos en el paraíso
toda una noche para amarte.

Estrategia inigualable,
su saliva me enloquece
me tiene en la cuerda floja,
vuelve a ganarme mil veces.

Y si jugamos al escondite
no me busques
porque me encuentras

Tal vez una de cuarto oscuro
te inspire más.

Pero la victoria de este juego
no está en llegar al final
si no en el no bajar nunca de esta noria
no parar nunca jamás
caer en la casilla de retroceso
y volvernos a degustar
regresar por donde nos quedamos...

...y de nuevo vuelta a empezar.