miércoles, 8 de febrero de 2012

¡Siento el retraso!

Sé que llevo varias semanas sin actualizar y lo siento.. Problemas técnicos. Como recompensa os dejo tres textos y la promesa de hacer nuevas secciones en la página.

¡Próximamente novedades!

Saludos y gracias por seguirme :)

Oh lalà.



Soñaba con llevarle en una moto roja de las antiguas, recorriendo las encantadoras calles de París. Pararnos embelesados en los escaparates de las pastelerías, probar todos los fotomatones de la ciudad. Taparle los ojos, subirla a la Torre Eiffel a media noche. Perdernos en las corrientes del Sena, tumbados en una pequeña barquita, lejos del mundo, enfrascados en nuestros labios, en nuestras propias ideas, en un " Je t'aime" o un "J'ai envie de toi".

A veces me quedaba mudo antes sus ojos felinos, casi dorados. Ella, sonreía. Me abrazaba y era entonces cuando me susurraba al oído, con su mágica voz quebrada, casi como un ruego, un sollozo, un lamento, pero a la vez alegre y lleno de ilusión. Su secreto: "Quiero ser luciérnaga". Y lo cierto es que ya lo eras mi pequeña Jacqueline, tú eras la única luz capaz de alumbrarme el camino en la espesa oscuridad de mis noches.

Sentirle junto a mi pecho, respirar de su aliento, perderme en la fragancia de su pelo, era todo un lujo, una maravilla, pero lo mejor de todo era despertar y verte a mi lado, ver que no eras un sueño, saber que podía seguir contando contigo.

"Buongiorno principessa"

You, only you.




Me gusta,me encanta. De todas las maneras posibles. Solo, con hielo, con chocolate o cortado. Le adoro. Despeinado y sonriente. Pícaro y travieso. Cansado o deprimido.

Adoro su carita de niño bueno con la que me consigue de todas las maneras. Su cara de " tequieroenmicama" o la de "voyacomerteencuestiondesegundos". La manera que tiene de tornar cualquier frase a una que sugiera un "te deseo". Su cara de pillo. Cada frase diaria que me dedica, un "no te olvido" un " estás en mi":

Me derrito al pensar en ese escalofrío que le recorre al morderle la oreja, su mirada ardiente, la forma que tiene de acorralarme en sus besos, en su cama, en su cuerpo. Deliro al recordar como me aguanta las muñecas y me besa, (¡cómo besa!) me muerde, me ama.

Sus textos, sus gustos, su música y sus películas. Sus recuerdos de niño, todo lo hace y él y todo marca su vida.

Sus promesas viajeras a mi lado. Sus adorables defectos, sus inquietudes y sus manías. La cara que pone cuando se pone nervioso. Su olor. Su profunda timidez. Su curioso truco para caerle bien a todo el mundo. Su falso ego y su eterna humildad. Su alma de niño. Nuestros paseos en bici. Lo orgullosa que me siento al llevarle de la mano. Sus labios, sus ojos y su singular naricilla. Me pierdo en él, en su TODO, en su nada. No le cambio, Por absolutamente nadie. Ni por el hombre perfecto, ni por el montón de diamantes más grande de la historia. Siento deciros que nada puede reemplazar lo enormemente feliz que me hace.

¿Y sabéis lo que más me gusta de todo?

Que es único, que está en mi vida, que es parte de ella.
¿¡Qué digo!? Honestamente, mi vida entera ya es él.

Tal vez, en otra vida puede que llegara a ser persona.




No me preguntes por qué el ángulo de mi sonrisa ha ido curvándose con los años, yo tampoco lo sé. Hay tantas cosas que he dejado de saber... entre ellas el día en el que vivo o la hora en la que sigo respirando. No me preguntes mi nombre, hace tiempo que cayó en el olvido. Me dedico a volver entre mis pasos, a hacerme las mismas preguntas tontas de cuando era pequeña. A veces desconecto. Veces que es mejor no escuchar banalidades.

Dicen que me he vuelto más arisca, que el brillo de mis ojos ha huido. Que mi parla se ha vuelto sarcástica, que he empezado a ver las cosas desde otra perspectiva más macabra, más oscura, más inhumana. Dicen que me he vuelto pesimista, que ya no soy esa niña risueña, que me han perdido la pista.

Yo, me dejo llevar. No me preguntes el camino que han empezado a trazar mis ideas, porque un gran tramo de ellas no tienen sentido. Veinticinco de mis veinticuatro horas diarias me las paso frente al ordenador, mirando fotos de gente que ni conozco, ni me conocen, ni conoceré en mi vida. Mi habitación se ha convertido en mi refugio, en el más allá de toda mi mierda.

A menudo me levanto. A menudo me vuelvo a acostar. Llega un momento inaguantable en el que no puedo soportar ni un minuto más el sonido de mi respiración bajo las sábanas. Francamente, me alimento de eso. De palabras agridulces, de olores que dejaron un sentimiento, de las miradas curiosas bajo las espesas pestañas de la gente. Yo, ya no veo. No quiero ver. Me he vuelto miope, me he creado una capa de antipatía por la vida frente a mis ojos. Y no, no me hables de ella, porque ya tengo suficiente con verla cada mañana, enfrascada en mi espejo. Me mira con la misma mirada perdida con la que yo afronto el mundo. Y toca, se toca las manos, el rostro, se siente vacía y a la vez llena de tantas cosas que no le gustaría aguantar en su cuerpo cada día. Que si esto debería estar más plano, que si su piel no está lo suficiente suave, que si le sobra de aquí, que si su pelo sigue deprimido y muerto.. Ya, ya sé. Es inútil que la odie. Pero lo que más odio es que soy ella y ella es yo. La misma que escribe y habla. La misma que llora sin llorar. La misma que vive sin vivir.

A veces me deleito con el lujo de envolverme entre los surcos del mar y la tierra. El mar, siempre me ha llamado y siempre he creído que debería haber nacido pez. En otra vida, tal vez.

A veces adoraría poder y querer correr, huir de todo este clima que me envuelve en absurda melancolía. Me dan ganas de rasgarme la cara, desde que he llegado a pensar que solo podía llegar a sonreír si el mundo estuviera patas arriba. He perdido la fe en mí misma, en la idea de llegar a ser lo que realmente quiero ser.

Ahora que ya nada soy, me refugio en la música. En la poca tinta de mi boli, en un montón d cuadernos, llenos de proyectos de vida que nunca llegaron a cumplirse. Me refugio en su boca, en la manera tan singular que tiene de sacarme la sonrisa del día. En sus manos, en su piel y en sus caricias sobre mi cuerpo. A veces me sorprende descubrir que aún siento. A veces revuelvo e intento concentrarme en lo que fui. En lo que fuimos, en lo que seremos. Lucho, lucho e intento. Luego decaigo.

Y aquí seguimos, enfrascados en un futuro inédito memorizando nuestras últimas palabras en momentos de delirio: " Fuimos, fuimos minúsculos granos de eufória en este mar de estrellas perladas".