miércoles, 8 de febrero de 2012

Tal vez, en otra vida puede que llegara a ser persona.




No me preguntes por qué el ángulo de mi sonrisa ha ido curvándose con los años, yo tampoco lo sé. Hay tantas cosas que he dejado de saber... entre ellas el día en el que vivo o la hora en la que sigo respirando. No me preguntes mi nombre, hace tiempo que cayó en el olvido. Me dedico a volver entre mis pasos, a hacerme las mismas preguntas tontas de cuando era pequeña. A veces desconecto. Veces que es mejor no escuchar banalidades.

Dicen que me he vuelto más arisca, que el brillo de mis ojos ha huido. Que mi parla se ha vuelto sarcástica, que he empezado a ver las cosas desde otra perspectiva más macabra, más oscura, más inhumana. Dicen que me he vuelto pesimista, que ya no soy esa niña risueña, que me han perdido la pista.

Yo, me dejo llevar. No me preguntes el camino que han empezado a trazar mis ideas, porque un gran tramo de ellas no tienen sentido. Veinticinco de mis veinticuatro horas diarias me las paso frente al ordenador, mirando fotos de gente que ni conozco, ni me conocen, ni conoceré en mi vida. Mi habitación se ha convertido en mi refugio, en el más allá de toda mi mierda.

A menudo me levanto. A menudo me vuelvo a acostar. Llega un momento inaguantable en el que no puedo soportar ni un minuto más el sonido de mi respiración bajo las sábanas. Francamente, me alimento de eso. De palabras agridulces, de olores que dejaron un sentimiento, de las miradas curiosas bajo las espesas pestañas de la gente. Yo, ya no veo. No quiero ver. Me he vuelto miope, me he creado una capa de antipatía por la vida frente a mis ojos. Y no, no me hables de ella, porque ya tengo suficiente con verla cada mañana, enfrascada en mi espejo. Me mira con la misma mirada perdida con la que yo afronto el mundo. Y toca, se toca las manos, el rostro, se siente vacía y a la vez llena de tantas cosas que no le gustaría aguantar en su cuerpo cada día. Que si esto debería estar más plano, que si su piel no está lo suficiente suave, que si le sobra de aquí, que si su pelo sigue deprimido y muerto.. Ya, ya sé. Es inútil que la odie. Pero lo que más odio es que soy ella y ella es yo. La misma que escribe y habla. La misma que llora sin llorar. La misma que vive sin vivir.

A veces me deleito con el lujo de envolverme entre los surcos del mar y la tierra. El mar, siempre me ha llamado y siempre he creído que debería haber nacido pez. En otra vida, tal vez.

A veces adoraría poder y querer correr, huir de todo este clima que me envuelve en absurda melancolía. Me dan ganas de rasgarme la cara, desde que he llegado a pensar que solo podía llegar a sonreír si el mundo estuviera patas arriba. He perdido la fe en mí misma, en la idea de llegar a ser lo que realmente quiero ser.

Ahora que ya nada soy, me refugio en la música. En la poca tinta de mi boli, en un montón d cuadernos, llenos de proyectos de vida que nunca llegaron a cumplirse. Me refugio en su boca, en la manera tan singular que tiene de sacarme la sonrisa del día. En sus manos, en su piel y en sus caricias sobre mi cuerpo. A veces me sorprende descubrir que aún siento. A veces revuelvo e intento concentrarme en lo que fui. En lo que fuimos, en lo que seremos. Lucho, lucho e intento. Luego decaigo.

Y aquí seguimos, enfrascados en un futuro inédito memorizando nuestras últimas palabras en momentos de delirio: " Fuimos, fuimos minúsculos granos de eufória en este mar de estrellas perladas".

2 comentarios:

Memoryfish dijo...

A veces refugiarse en lo unico bueno que se tiene es lo mejor. Y a veces imposible deacer por vivir en este loco mundo.
Me enacanta como escribes *-*
Sigue así, y espero que no te pierdas,hay personas que merecen la pena y creo que eres una de ellas :D

Miss Frenesí dijo...

Trata de ver esa sonrisa en al comisura de sus labios, que resuena en sus palabras,que es capaz de eclipsar a todas esas estrellas perladas :)
Un beso enorme bonita!