miércoles, 16 de noviembre de 2011

Un whisky con hielo, un par de cerezas.

- Ámame. - le suplicó desesperado - Solo una maldita noche más, lejos de esta desterrada ciudad, más allá de los desiertos arábicos y las costas del pacífico, más bien hacia la quinta constelación, tras la estela galáctica y bajo las oscuras sábanas de la noche. Vamos, solo una más. Por favor. Solo una.

Ella le miró por encima del hombro desnudo, encerró sus ojos por un momento entre sus espesas pestañas y paró su mente en seco tan solo un segundo.
Pensó en todo lo que aquel caballero le había jurado y perjurado, desde recorrer el mundo de punta a punta, pasando por las recámaras más lujosas y exquisitas o los suculentos manjares que este quería ofrecerle. Por no hablar de las joyas más caras o las sedas más finas. Aquel hombre verdaderamente le estaba poniendo el universo entero a sus pies. Pero ella no podía acceder. No servía para eso. Tantos años en el oficio le habían hecho olvidar como se amaba con aquél órgano suyo tallado en mármol.
Volvió la mente a la habitación de nuevo y se dispuso a hablar, pero retrocedió. Procedió a tomar el aire de su último cigarrillo y renegó de nuevo con la cabeza.

- Ya le he dicho que no puedo. ¿A caso cree que usted es el primer ricachón bohemio que no sabe que hacer con su dinero? ¿No ve que es absurdo intentar seducir a una prostituta, querido? De eso ya nos encargamos nosotras.- apagó la colilla y comenzó a abrocharse el corsé - Son muchos los idiotas que se han arrastrado rogándome amor, ¿sabe? Una, con los años olvida como se ama, es inútil, innecesario y poco productivo. Además, ¿quién se para ahora a enamorarse como un necio por la ciudad de París en los tiempos que corren? Eso está pasado de moda. Yo estoy entrenada para ofrecer placer y que se me pague por ello, nada más -hizo el último lazo en el cordón de cuero y le miró directamente a los ojos- Con un fajo de billetes en la mano cualquier hombre podrá tenerme, pero ninguno poseerme. Nunca.

Le miró, ningún rostro le había producido tanto dolor, tanta angustia y tanto sentimiento de culpabilidad. ¡JA! ¿Culpabilidad ella? ¡Cómo podía ocurrirle eso después de una vida entregada al pecado? Era totalmente irónico. No, no podía consentirlo, por más que la cara de aquel hombre se estuviera quebrando de tristeza y por más que a ella misma le estuviera quebrando el alma por una milésima de segundo.

Cogió un par de cerezas que degustó con gran apetito, le miró con picardía y le mostró en su lengua el rabillo de estas anudado. Le dejó la muestra sobre el pañuelo, tomó el dinero de la mesilla y tirándole un beso al aire mientras le guiñaba un ojo se marchó. Nada más. Su cama impregnada en su perfume, su camisa bañada en besos de carmín barato y la prueba infalible de que dominaba el arte del beso a la perfección. Quién mejor que él iba a saberlo.

SUS besos.




Inspirado en Moulin Rouge.

1 comentario:

Miss Frenesí dijo...

No siempre es fácil ganarse el corazón de ellas, que tienen más veneno de lo que un hombre podría llegar a soportar.
Me ha encantado :)
Un beso enorme bonita!