viernes, 14 de octubre de 2011

Viuda Negra.





Cada una de las letras que formaba su nombre fueron grabadas en mi pecho con gotas de cera caliente, como si de ganado se tratase, dejó en mi su etiqueta.

Me dio de beber el licor de sus labios y quebró en mi cualquier signo de pureza. Vació mi alma y la convirtió en puras cenizas. Se la llevó el viento.

Y tras sesiones de hipnotismo en su retina me inculcó con ellos, sus ojos de cuervo, la maldad de los siete pecados capitales.

Me besó por última vez, dejando de rozar ya su sonrisa macabra mi cuerpo, dejándome inacabadamente suya.

Me tiró pues, rebanada en el suelo quedé, mil y una cicatrices quedaron de muestra en cada uno de mis recovecos.

Practicó conmigo en sueños más de un rito satánico, yo era la presa joven que ofrecerle a Satanás y entre carcajadas me arrancaba la piel a tiras.

Yo ya no podía ofrecerle nada, era un trasto inútil. Una muñeca achuchable sin brazos. Nada. Un proyecto de amor vicioso fallido.

Se fue. Yo sin ella no encontraba sentido al puzzle de mi vida. los dados estaban trucados para que yo siempre acabara perdiendo la partida. No había salida. Había cerrado todas las puertas y se había tragado la llave, se pudrió dentro de su estómago.

¿Qué podía hacer yo?

¿Seguir descongelando el silencio con mis gritos de rabia?

Pasé a ser la Viuda Negra, la que lloraba su ausencia a base de lágrimas de absenta.

3 comentarios:

Miss Frenesí dijo...

"sesiones de hipnotismo en su retina" (L)
Genial, tanto el texto como la foto!
Un beso :)

Jan Arimany dijo...

Que qué podías hacer tú?
Buscar el antídoto de su veneno en la casualidad de conocer a alguien mejor.
(o es que lo que te atraía a él es esa maldad?)
Me encanta este blog, me quedo. Te sigo ¿vale?
Besos,
Jan

Jacqueline Poulain dijo...

Te respondo por correo, Jan :)